Los amos del Mundo / Arturo Pérez-Reverte
Usted no tiene nada que ver con esos fulanos porque es empleado de una ferretería o cajera de Pryca, y ellos estudiaron en Harvard e hicieron un máster en Tokio -o al revés-, van por las mañanas a la Bolsa de Madrid o a la de Wall Street, y dicen en inglés cosas como long-term capital management, y hablan de fondos de alto riesgo, de acuerdos multilaterales de inversión y de neoliberalismo económico salvaje, como quien comenta el partido del domingo.
Usted no los conoce ni en pintura, pero esos conductores suicidas que circulan a doscientos por hora en un furgón cargado de dinero van a atropellarlo el día menos pensado, y ni siquiera le quedará a usted el consuelo de ir en la silla de ruedas con una recortada a volarles los huevos, porque no tienen rostro público, pese a ser reputados analistas, tiburones de las finanzas, prestigiosos expertos en el dinero de otros. Tan expertos que siempre terminan por hacerlo suyo; porque siempre ganan ellos, cuando ganan, y nunca pierden ellos, cuando pierden.
No crean riqueza, sino que especulan. Lanzan al mundo combinaciones fastuosas de economía financiera que nada tiene que ver con la economía productiva. Alzan castillos de naipes y los garantizan con espejismos y con humo, y los poderosos de la tierra pierden el culo por darles coba y subirse al carro.
Esto no puede fallar, dicen. Aquí nadie va a perder; el riesgo es mínimo. Los avalan premios Nóbel de Economía, periodistas financieros de prestigio, grupos internacionales con siglas de reconocida solvencia. Y entonces el presidente del banco transeuropeo tal, y el presidente de la unión de bancos helvéticos, y el capitoste del banco latinoamericano, y el consorcio euroasiático y la madre que los parió a todos, se embarcan con alegría en la aventura, meten viruta por un tubo, y luego se sientan a esperar ese pelotazo que los va a forrar aún más a todos ellos y a sus representados.
Y en cuanto sale bien la primera operación ya están arriesgando más en la segunda, que el chollo es el chollo, e intereses de un tropecientos por ciento no se encuentran todos los días.
Y aunque ese espejismo especulador nada tiene que ver con la economía real, con la vida de cada día de la gente en la calle, todo es euforia, y palmaditas en la espalda, y hasta entidades bancarias oficiales comprometen sus reservas de divisas. Y esto, señores, es Jauja.
Y de pronto resulta que no. De pronto resulta que el invento tenía sus fallos, y que lo de alto riesgo no era una frase sino exactamente eso: alto riesgo de verdad. Y entonces todo el tinglado se va a tomar por el saco. Y esos fondos especiales, peligrosos, que cada vez tienen más peso en la economía mundial, muestran su lado negro. Y entonces -¡oh, prodigio!- mientras que los beneficios eran para los tiburones que controlaban el cotarro y para los que especulaban con dinero de otros, resulta que las pérdidas, no.
Las pérdidas, el mordisco financiero, el pago de los errores de esos pijolandios que juegan con la economía internacional como si jugaran al Monopoly, recaen directamente sobre las espaldas de todos nosotros. Entonces resulta que mientras el beneficio era privado, los errores son colectivos y las pérdidas hay que socializarlas, acudiendo con medidas de emergencia y con fondos de salvación para evitar efectos dominó y chichis de la Bernarda.
Y esa solidaridad, imprescindible para salvar la estabilidad mundial, la pagan con su pellejo, con sus ahorros, y a veces con sus puestos de trabajo, Mariano Pérez Sánchez, de profesión empleado de comercio, y los millones de infelices Marianos que a lo largo y ancho del mundo se levantan cada día a las seis de la mañana para ganarse la vida.
Eso es lo que viene, me temo. Nadie perdonará un duro de la deuda externa de países pobres, pero nunca faltarán fondos para tapar agujeros de especuladores y canallas que juegan a la ruleta rusa en cabeza ajena.
Así que podemos ir amarrándonos los machos. Ése es el panorama que los amos de la economía mundial nos deparan, con el cuento de tanto neoliberalismo económico y tanta mierda, de tanta especulación y de tanta poca vergüenza.
9 comentarios:
Yo, más que como un vidente, le veo como un tío con sentido común. Hace diez años eran muchos los que decían lo mismo. Pero encerrados en sus despachos y en voz baja. Y luego añadían: "aprovechemos mientras podamos"...
Como diría el propio Reverte, hay días en que te apetece salir a la calle a agujerear coches oficiales con una AK-47...
;-)
Ya lo había leído, en fin...
Besicos
Este tipo será lo que será; pero no se le puede negar que cuando habla, lo hace de forma más que clarita.
En sentido opuesto, y en un tono de lo más irónico, anoche leí un cuento que el genial escritor -ya difunto- Ángel Palomino escribió en 1971. Su título; "La crisis y los pobres". Fantástico, vecina.
Pd.- Lo de hoy, ha estado genial, Marta.
Raúl, como puedes ser tan rápidooooo!!
Muy vaticinador! Aunque es de sentido común, pone muy bien las palabras a lo que todos sabemos. Saludos.
Dr, Freud! cuanto tiempo! me tiene usted abandoanada, para cuando mi siguiente sesión?
Si no fuera por su obsesión por el idioma y alguna de sus novelas, este tío me caería hasta bien.
Por cierto, me gusta mucho tu blog, lo encuentro muy sincero y claro. Se puede estar más o menos de acuerdo, pero cuando te encuentras con tanta vehemencia, vale la pena contrastar opiniones.
Un saludo.
Pau,
muchisimas gracias por lo que dices. Si siempre estuvierais de acuerdo conmigo, ya no sería lo mismo.
Un saludo a ti también!
Totalmente de acuerdo con Pau en todo su comentario...
A mi la variedad de opiniones y de ideologías me parece enriquezedora, pero siempre des del respeto mutuo...
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