UNA CENICIENTA MUY ACTUAL

Debió ser que el amor ya lo probó y vio que no funcionaba. Que el “ contigo a pan y cebolla” fue efectivo los primeros meses de pasión en la que los defectos se convierten en virtudes y un invisible manto nos ciega para mirar a través del otro. Varias veces al año acudía a ponerle una vela a su virgen, no es que fuera muy creyente pero era la única manera de liberar su mala conciencia, ese remordimiento que la aquejaba hacía ya días. Él era un caballero, un señor que la cortejaba a la antigua usanza. Le mandaba flores, la invitaba a los mejores restaurantes y le abría la puerta de su ostentoso coche. Uno de esos que tiene nombre de persona. Cuando llegaba a casa le decía a su pareja que había estado en varias reuniones de trabajo. Mientras tanto, el trobador maduro la incitaba de nuevo, unas veces con viajes a paradisiacas islas, otras con sesiones de masaje en los mejores spas. Ella se sentía mimada, cuidada, pero no le amaba. Tenía lo que quería, hasta el capricho más retorcido. Volvió a la ermita para poner su último cirio, veía como a medida que se alejaba su virgencita la miraba frunciendo el ceño. Llegó a casa, hizo las maletas y le dejo una nota. “ Me voy a Isla Mauricio, pedazo de cabrón, aprende a lavarte tú sólo los calzoncillos”. Quizás fue amor a primera Visa… o quizás no, pero esta vez Cupido la disparó en la cabeza.